Si alguna vez te has preguntado qué es el Agile, no te habrá resultado muy difícil obtener una respuesta corta, concisa y técnica del concepto. Sin embargo, la propia definición de la palabra, que incluye connotaciones como flexibilidad, adaptabilidad o eficiencia, hacen que responder a la pregunta implique más que unas cuantas palabras. En este artículo buscamos una respuesta flexible para una pregunta lo suficientemente compleja.
Si estuviéramos hablando de construir una casa, este artículo se escribiría en dos párrafos porque la realidad sería aplastantemente real. Por ejemplo. Pongamos que vamos a construir una casa. Tenemos los planos, permisos y materiales. Comenzamos a construirla y, al tiempo nos damos cuenta de que una de las habitaciones está mal construida. No hay nada que podamos hacer, más que tirar muros abajo y tratar de volver a empezar. Evidentemente, la construcción no es un entorno que posibilite la flexibilidad ni la adaptabilidad. Tienes tus planos y te aseguras de que estén bien, porque después no habrá vuelta atrás —o será muy costosa—. Con el software, la situación es diferente.
Cuando tenemos un proyecto de software, las soluciones pueden ser más flexibles. Podemos iterar, subir una nueva versión, corregir bugs, montar paquetes con parches… Por eso, siempre se ha hecho necesario tener una metodología de trabajo flexible, adaptativa y que no coloque requisitos tan rígidos como irreales. Esta introducción es el punto de partida que ponemos en Deiser para comprender qué es el Agile y por qué seríamos diferentes si no existiera.
El Agile, o metodología ágil, es un modelo de organización y gestión de proyectos que busca dividir un proyecto en diferentes fases por las que se pueda alcanzar la mayor efectividad y eficiencia. El agile tiene como objetivo eliminar todas las ineficiencias y fricciones del proceso de ejecución de un proyecto, para así alcanzar la mejoría suma. Agile es sinónimo de colaboración, equipo, planificación, evaluación. La metodología ágil ha sido escogida en los últimos años por la mayoría de empresas tecnológicas por su adaptabilidad en proyectos de software, y su gran relación con la entrega continua de código.
Pero Agile no se queda solo en el código. Esta mentalidad ha salido del ámbito tecnológico y se ha filtrado en otras áreas, desde el marketing hasta la gestión de equipos. En esencia, la agilidad implica estar dispuestos a aprender y cambiar sobre la marcha, a trabajar en ciclos cortos y a mejorar con cada iteración. Es como un baile con el cambio, donde en lugar de resistirlo, lo abrazamos y nos adaptamos con agilidad. Porque, al final, el mundo no para de moverse y nosotros tampoco deberíamos hacerlo.
En su definición de la metodología, Atlassian hace hincapié en la organización de los miembros de los equipos: «Mientras que el enfoque en cascada tradicional consiste en que una disciplina participa en el proyecto y, a continuación, le pasa la pelota al siguiente participante, la metodología ágil requiere equipos interdisciplinares colaborativos».
En este artículo de nuestra web hablamos sobre la importancia de las metodologías ágiles >>
Una vez que tenemos la definición enmarcada, podemos embarcarnos (mola el juego de palabras, ¿eh?) en los inicios de la metodología Agile. ¿Cómo y cuándo se creó? Y, lo más importante, ¿por qué?
Los inicios del Agile se sitúan en los primeros años de la década de los 2000. Aunque los motivos procedían de los años 90. A finales de siglo, los proyectos de software se entregaban tarde, fuera del presupuesto estimado y, lo que es peor, sin ningún tipo de satisfacción con respecto a las expectativas. Poco a poco se fueron dando cuenta de lo que sucedía: estaban fallando en la planificación de los proyectos, que, a menudo, se hacía inexistente. Líderes de equipos se pusieron a buscar diferentes alternativas, metodologías y enfoques flexibles que permitieran enfocar los proyectos diferente. En la cabeza dos ideas: aprendizaje durante la elaboración del proyecto, y entrega de valor continua al cliente. ¿Nos suenan estos valores a día de hoy, no?
Así, pues, aferrándonos a la historia, viajamos hasta Utah (EEUU) en el año 2001. Un grupo de 17 desarrolladores, cansados de los fallos en la entrega por el método tradicional, crearon lo que se conoció como: «el Manifiesto Agile». Como su propio nombre indica, lo que se pretendía conseguir era agilidad: que los proyectos de software venideros destacaran por ser ágiles, veloces y eficientes.
En lugar de seguir un plan rígido, Agile propuso un enfoque iterativo y centrado en el equipo, donde la retroalimentación constante y la flexibilidad son clave. Así nació Agile, como una revolución en la manera de desarrollar software, poniendo en primer lugar al equipo, al cliente y al cambio constante como motor de mejora.
La voz de personas que llevan años trabajando en la comunidad técnica es la que se necesita escuchar para cerrar por completo una definición. Por eso hemos optado por preguntar a dos personas: Guillermo Montoya, presidente ejecutivo de Deiser, y Antonio Muñiz, SRE en Kyndril. Vamos a leer lo que nos han querido contar sobre Agile:
Hablar de Agile es hablar de muchas cosas al mismo tiempo. Desde un punto de vista técnico, cambió la manera en la que se desarrollaba el software para siempre. Ha sido el punto de inflexión de muchos proyectos, de muchas tecnologías y de muchas maneras de interpretar el trabajo técnico. Pero también ha sido la base de un cambio enorme en las empresas. En la manera de abordar proyectos, presupuestos, productos... En la forma de establecer los roles, vínculos y responsabilidades. En la estructura, y en sus jerarquías. Durante muchos años Agile ha sido la bandera del desarrollo de software con sentido, con visión, organizado, orientado al producto y al equipo.
En los últimos años hemos vivido un declive de su popularidad debido a múltiples causas: exceso de expectativas, proyectos fracasados que se han usado como ariete en su contra, sobre exposición en todas partes, en todas las situaciones y en todas las áreas, abuso de sus ventajas en los procesos comerciales para luego no actuar en consecuencia... Algo que realmente ha existido siempre con todas las innovaciones. No creo que sea algo diferente a otras tecnologías que, pasado su momento de gloria, comienzan a situarse en la posición que le corresponde. Ni Agile era la fórmula mágica que lo resolvía todo, ni es ahora un fiasco que realmente no ofrece nada por detrás. No nos volvamos locos.
Lo que para mí Agile ha aportado, sobre todo, es una visión del trabajo en las organizaciones completamente diferente, ha convertido el 'divide y vencerás' en la base de nuestra actividad, ha ayudado a incrementar el valor de toda la cadena de roles que hay en una organización, ha permitido que se puedan abordar proyectos de máxima incertidumbre con una garantía de éxito mucho mayor.
Y lo ha hecho tanto en la parte más técnica, de donde procede, como en la parte organizativa. Es cierto también que se han mezclado cuestiones incluso de índole ideológica; pero más allá de ello, la agilidad, Agile, o como queramos llamarlo, es ya parte integrante de nuestros procesos, de nuestros modelos, de nuestras organizaciones y de nuestras vidas. Ceremonias como los dailies o las retrospectivas han quedado para siempre incorporadas en nuestra actividad, adaptándose a cada situación, organización, o equipo; pero siempre dentro de nuestras rutinas profesionales o, incluso, vitales.
Muchas personas pueden pensar que eso no es el verdadero Agile. Pero decir eso es pretender casi que estamos hablando de una religión o una ideología. Y quizás mucha gente lo haya entendido así. Es todo mucho más sencillo. Son prácticas que mejoran nuestro trabajo, nuestra actividad diaria, nuestra relación con el entorno, con el equipo, con la gente; y han ido quedando insertadas en nuestra memoria profesional y vital. Así de simple.
Como se decía antiguamente con el Rey (de donde fuese).... 'Agile ha muerto....¡viva Agile!'
El manifiesto Agile se publicó en 2001. La primera vez que lo leí fue en 2013. Han pasado más de diez años desde entonces y he podido ver entierros y resurrecciones del movimiento Agile en el ámbito corporate de todos los colores. Desde volver al waterfall puro para algunos proyectos a intentar implementar Agile en el área de sistemas e infraestructura al estilo Spotify, con Guilds y Squads everywhere. Con cada nueva "idea" de cómo implementarlo acabamos coleccionando un montón de frustraciones y experiencias positivas. Lo que permanece con cada iteración son las cosas que tienen a las personas en cuenta: hablar y contar con negocio de manera constante, escuchar la visión técnica de los developers o las reuniones para desbloquear problemas en los proyectos.
Observando ésta tendencia me animo a decir que lo que prevalecerá en el movimiento Agile serán las ideas, métodos y herramientas que pongan a las personas en el centro. Todo aquello que se aleje de esta premisa tenderá a desaparecer.
No olvidemos que son unas ideas que tienen más de 20 años y que llevamos enterrando casi desde que aparecieron y que aún seguimos discutiendo si son apropiadas, necesarias o útiles con cada nuevo proyecto que se lanza.
Lo cierto es que con unas cuantas búsquedas en la red, se pueden encontrar, especialmente en los últimos años, varias críticas hacia lo que es el Agile y hacia quienes lo practican y ponen en punta de lanza. Lo curioso es que entre todas estas críticas, lo que se atisba, más bien, es la necesidad de limitar la definición y matizar «qué no es Agile» y por qué determinadas características se han malinterpretado.
Vamos a definir qué no es el Agile:
Plataformas como Atlassian tienen una gran base relacionada con Agile, el trabajo por objetivos, la flexibilidad y planificación. En general, las plataformas SaaS para gestión de proyectos suelen estar construidas bajo esta lógica. Sin embargo, Atlassian esconde una estrecha relación con Agile desde su fundación.
Resulta que la compañía australiana tiene en su plataforma una herramienta expresamente pensada para potencia la agilidad: Jira Align. Bajo el lema «lleva tu estrategia desde el plan hasta la ejecución», Jira Align es una herramienta pensada para tener una visión con perspectiva de una compañía completa. Un dashboard sencillo muestra el progreso de diferentes proyectos, acciones sobre las que tomar partido, próximos pasos… Una forma de hacer que todo el trabajo se visibilice de un vistazo. De este modo, se potencia la agilidad, dando rienda suelta a la flexibilidad y organización a partes iguales.
Sin embargo, no es Jira Align la única herramienta de Atlassian pensada para potenciar la agilidad. Jira Service Management, Jira Work Management, o incluso Jira, albergan en sus interfaces tableros kanban que ayudan a los equipos a repartir tareas, recordatorios y marcas de progreso de proyectos y objetivos.
El último movimiento de Atlassian hacia la apuesta por la agilidad es su nuevo Atlassian System of Work: una metodología aplicada para entender su propuesta como una plataforma íntegra de gestión empresarial. Atlassian ya no es un conjunto de herramientas. Atlassian es una plataforma, compuesta por diferentes herramientas, que permiten gestionar íntegramente una compañía. Se aboga, así, por la flexibilidad a la hora de proyectar el trabajo.
Desde los inicios de la metodología, en Deiser nos hemos sumado a la ola del aprendizaje sobre Agile. Tanto si lo que necesitas es un nuevo marco de trabajo, como repensar uno existente, somos tu partner de soluciones Atlassian.
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